Partiendo de dos enormes bases datos nacionalmente representativas, para EE.UU y Gran Bretaña, Satoshi Kanazawa (The
intelligence paradox. Why the intelligence choice isn’t always the
smartest one. John Wiley & Sons. Inc. 2012) muestra que los
individuos más inteligentes prefieren la música instrumental (incluyendo
clásica) mucho más que los individuos menos inteligentes. La asociación
entre inteligencia general y preferencia por la música clásica es muy
fuerte: cuánto más te gusta la música clásica, más inteligente eres. De
acuerdo con Kanazawa, la probabilidad de que este patrón se forme por
azar es de menos de 1 entre 100 cuatrillones. Preferencias como el rap o
el gospel están negativamente asociadas con la inteligencia, pero la
ópera no está asociada positivamente, lo cual sustentaría la idea de que
es la instrumentalidad, no la complejidad, lo que explica el nexo entre
inteligencia y preferencia musical. (Eduardo Zugasti)
Y si pongo esta larga parrafada extraída del blog “La revolución naturalista”
es para hacer notar que cuando hablamos de música nos estamos
refiriendo a dos grandes bloques de fenómenos: por un lado estamos
hablando de lo que entendemos como música formal, o clásica para
entendernos. La característica principal de este tipo de música es que
es instrumental preferentemente, compleja y no sólo complicada y que
usualmente precisa de grandes conocimientos y dominio de un instrumento
musical para poderse ejecutar y de una cierta preparación de oyente para
poderse seguir debido a la superposición frecuente de lineas melódicas e
instrumentales. Es también frecuente que se precisen amplios
despliegues orquestales con muchos participantes y que se expresen en un
formato de larga duración.
Hay también lo que se conoce como música popular, pop, incluyo aquí
el jazz, el blues y todos los desarrollos postmodernos que han habido
desde los 70 hasta hoy. Su característica principal es que tiene letra
superpuesta (un musilenguaje), es decir la música se acompaña de
palabras, usualmente pequeños poemas de distinto gusto pero que
contienen información sobre lo que el compositor quiere decir ,
usualmente mensajes banales de amor. Este tipo de música gusta a casi
todo el mundo porque es mas fácil de entender, sus lineas melódicas son
simples y las repeticiones y los estribillos se encargan de “contagiar”
el oido de quienes la escuchan y propicia que se recuerden con
facilidad. Por último no precisa de grandes conocimientos técnicos para
su ejecución, incluso puede llevarse a cabo por personas que no saben
una palabra “acerca de la música”, de su gramática, lo que llamamos
“solfeo” o escritura musical.
Lo que en principio sugiere que existen dos formas de aprender y de
hacer música, una es la de aprender la técnica de un instrumento
concreto en el contexto de un aprendizaje musical “acerca” de la música,
un aprendizaje recursivo, la segunda forma es la de aprender tocando y usualmente imitando lo que hace un maestro, un aprendizaje repetitivo o mimético. Sobre estas dos formas de hacer música volveré mas tarde.
La diferencia fundamental entre la música formal y las canciones pop es pues una: el llevar o no llevar letra, lo que significa llevar o no llevar información (acerca de sí misma).
Tanto es así que cuando oímos un tema clásico de música formal, -con
independencia de si nos gusta o no nos gusta- no seriamos capaces de
responder a esta pregunta ¿Qué nos quiere transmitir el compositor? ¿Qué
quiso decirnos?
Esta pregunta es fácil de responder sólo atendiendo a la letra,si
la hubiere, observen ustedes el mensaje que quiere transmitirnos John
Lennon en esta canción, seguro que ustedes lo pillan.
Una pregunta imposible de responder con respecto a la música
clásica o formal, se trata en este caso de la Gran Abstracta, es decir
no lleva información sobre (acerca de) sí misma, y a pesar de ello
captura en el oyente entrenado un torrente de “información”. Sucede
porque la música es Forma y del mismo modo que sucede
con los mitos, se trata de formas que admiten cualquier contenido que en
cualquier caso pone el oyente de su parte.
O dicho de otro modo: la música no explica nada a pesar de ser profundamente explicativa.
Y esta es la paradoja que hace que el oyente de música clásica sea
más inteligente que el oyente de rap y que según Kazanawa explica en su
libro hace que las personas inteligentes prefieran la música orquestal
sobre la cantada. A mayor nivel de abstracción más inteligencia.
Tiene su lógica evolutiva pues la música se disoció de la letra relativamente hace poco tiempo (en tiempo histórico).
Probablemente la música nació a través de la señalización del ritmo
al que se le añadieron palabras o interjecciones concretas. Es bien
conocido además el fenómeno de los drumming (tamborileo)
que son señalizaciones del rango en ciertos simios o del canto
(trinos) de los pájaros que se usan para el cortejo y cuyas melodías
van modificándose de temporada en temporada señalando a las hembras las
novedades que son en realidad novedades genéticas. Al parecer las
pájaras odian la endogamia que se oculta en la repetición del mismo
repertorio.
La música evolucionó pues a partir de ciertas necesidades de
señalización pero en un momento u otro de su evolución histórica se
separaron dos grandes ramas; la música popular y la música sacra.
Cada una de estas categorías siguió su propio itinerario y lo que
entendemos como música clásica se desgajó probablemente antes del
barroco siguiendo una evolución hacia una abstracción más y más
compleja, mientras las clases populares siguieron construyendo tonadas
que hablaban de sus vidas, sus calamidades y sus nostalgias a veces
desde un punto de vista lírico muy elaborado.
Y aunque es cierto que la música popular puede alcanzar una enorme
complejidad así como también calidad, vamos a seguir tomando la dicótoma clásica/popular para acercarnos a un fenómeno que quiero
alumbrar en este post: ¿Existen dos talentos diferenciados en la tarea
de hacer música? ¿En qué consisten estos talentos y en qué se
diferencian?
Los que leyeron el post anterior
recordarán este gráfico (Badcock y Crespi) donde se relacionaban
ciertas disciplinas o profesiones con los talentos sistematizadores o
mentalistas. El lector puede revisar el gráfico para constatar que la
música ocupa un lugar central con dos flechas que señalan en distintas
direcciones. Significa que la música es una disciplina que parece operar como puente entre talentos. Los sistematizadores pueden ser buenos músicos y los hipermentalistas también pueden serlo.
Me gustaría en este momento detenerme para que el lector oiga esta Aria de las Variaciones Goldberg ejecutadas por Glenn Gould.
Es necesario recordar que Glenn Gould padecía un síndrome de Asperger
es decir se trataría de un talento sistematizador, mas cercano a la física que a la poesía.
Es interesante señalar que la perfección a la que Gould llegó con
una obra de Bach (las variaciones Goldberg) requiere de un talento
especial para la obsesivización (la rutina, la repetición y la busqueda
de la excelencia). De hecho Gould dejó de aparecer en público cuando se
cansó de repetir siempre la misma obra con la que al parecer se hallaba
obsesionado. Otra cuestión interesante son las apoyaturas (chasquidos o drumming) , una especie de tarareo del propio Gould que parece necesitar para concentrarse mejor en la ejecución de su obra.
Si el lector compara el talento de Gould con el talento de Bach, entenderá
mejor las diferencias que hay entre sistematizadores y mentalistas a
menos en lo que se refiere a la música. Uno un ejecutor tan perfecto
como una maquina, el otro un creador.
Es obvio que los músicos son grandes candidatos a patologías
psiquiátricas, pero lo interesante es que estas patologías proceden de
los dos polos del continuo: así hay músicos autistas que desarrollan un
enorme talento musical de la nada (sin aprendizajes previos) y
paradójicamente en otros síndromes del polo opuesto como en el sindrome de Williams
que parece estar dotados de forma sobrenatural para memorizar melodías y
tocar instrumentos a la vez que presentan una sociabilidad opuesta al
autismo, también hay casos de Asperger -como el propio Gould- pero sobre
todo existen casos en el otro extremo del continuo: adictos,
esquizotípicos, esquizofrénicos, melancólicos y bipolares tal y como
conté en este post sobre “Genio y locura”.
Así, está establecido que existe algún tipo de relación entre la
creatividad y la locura, lo que nos llevaría a la suposición de que en
relación con los talentos anteriormente citados, habría una característica de rigor relacionada con el pensamiento sistematizador,
de habilidad técnica para entender como funciona algo y otra cualidad
diametralmente opuesta que estaría relacionada con la expresión de una
subjetividad, con la construcción de una narrativa abstracta y con la
innovación en el sentido más rupturista de la palabra vinculada al
mentalismo.
Dicho de otro modo: la música parece participar por igual de los
dos tipos de talentos: el sistematizador y el mentalista, es posible
especular que se trataría de un puente de unión, una especie de cemento
entre dos módulos cerebrales que emergieron por separado y de forma
autónoma, algo que sin duda el propio lenguaje representa: el pegamento
de la conciencia.
Pues fue el lenguaje el que aportó información a la forma pura que
es la música y que es preverbal. Musica+lenguaje= información y cuando
digo lenguaje no me estoy refiriendo a la letra que puede acompañar a
una melodía sino a la evolución autónoma que el propio lenguaje llevó a
cabo ganándole la partida al mundo de los sonidos, eso hizo que nuestra
especie prevaleciera sobre otras. Aqui podemos leer las diferencias entre neandhertales y sapiens y el por qué nuestra especie les ganó la partida evolutiva.
¿Sucede algo así también con la medicina?
-¿Donde esconderías un billete de 500 euros para que no le encuentre un traumatólogo?
- En un libro de medicina.
(Chiste de médicos que suelen contar los médicos)
¿La medicina es un arte o una ciencia?
Esta es una pregunta que suele hacerse a los médicos, unos son partidarios de la primera y otros de la segunda. Lo cierto es que esta concepción no es baladí porque si usted contesta que prefiere a la medicina como ciencia es muy posible que las relaciones con sus pacientes dejen mucho que desear. Es muy probable que usted sea cirujano o traumatólogo o que sus pacientes piensen que es usted poco empático, hablador o le vean como una persona malhumorada o tosca. Es verdad, existe una cierta correlación entre la deshumanización del trato que le presta su médico y el concepto que tenga de su profesión.
Pero lo cierto es que la medicina no es ni una ciencia, ni un arte, es una tecnología, en cualquier caso una ciencia aplicada. Una tecnología que no es en sí misma una ciencia, sino que se alimenta de otras ciencias básicas que posteriormente han de sufrir una traslación hasta los usos concretos y específicos de la medicina. Pero no sólo de la ciencias “duras” vive la medicina sino también de los progresos de ciertas tecnologías que propician diagnósticos más fiables e intervenciones menos cruentas. Y además de todo ello, la medicina es una forma de entender las relaciones entre humanos, más concretamente en eso que llamamos “relación de ayuda”, algo que tiene más que ver con la antropología que con la bioquímica, una ciencia “blanda” sin cuyo concurso seria imposible de entender cualquier interacción humana.
Los pacientes, -los usuarios como se les llama ahora-, quieren sobre todo un médico empático, un médico humano que les escuche y les atienda con amabilidad pero no saben que los talentos que animan a cualquier profesional de la medicina tienen mucho que ver con lo que entendemos como talentos sistematizadores y talentos empáticos.
¿Si usted tiene una enfermedad grave qué preferirá, un médico complaciente y humano o un médico tosco y distante que pueda salvarle la vida?
La mayor parte de la gente dirá que las dos cosas, ¿por qué no pueden tenerse las dos cosas, las dos habilidades?
Pues porque los médicos que tienen las dos habilidades son una minoría, se trata de ese tipo de médicos que no abundan y que conjugan el rigor de la ciencia (la evidencia científica) con las habilidades para la interacción social. ¿No es pedirle demasiado a un médico?
Tal y como contábamos antes, ser físico y poeta al mismo tiempo es -sin ser imposible- poco frecuente. Del mismo modo el rigor de la ciencia, la aplicación de las cosas contrastadas, seguras y que están respaldadas por la evidencia robotizan a los médicos y les impulsan hacia una forma de hacer que los pacientes identifican como fría.
Un fenómeno que procede de la superespecialización, es posible predecir que a mayor especialización del médico peor será su trato humano. Dicho de otra forma: es posible afirmar que el rigor y la empatía se oponen una a la otra. Y como es sabido en el mundo de hoy la mayor parte de los actos médicos se producen en entornos fríos, impersonales y tan protocolizados, que es posible que usted no conozca ni la voz de su medico.
Y debe ser por eso que las medicinas alternativas tienen tanto éxito a pesar de las campañas constantes que tratan de desprestigiarlas. Pues las personas prefieren una mentira con sentido que una verdad lejana e impersonal. Las personas inteligentes que conozco acuden a este tipo de medicinas cuando sus males no revisten gravedad y prefieren obtener placebos empaquetados en una atención personal antes que pasarse el día pululando por las salas de espera de radiólogos. Pero si necesitan operarse de menisco es muy poco probable que recurran a la acupuntura.Tenemos afortunadamente un “cliente” bastante bien informado.
Lo cierto es que aun existiendo estos dos tipos de perfiles médicos (el autista y el hiperempático), cada vez más va emergiendo un tercer perfil: el del médico que combina el rigor con la empatía. Estos son los verdaderos catalizadores del cambio, la reserva genética que provocará la fusión de ambos talentos.
Tal y como podemos leer en este post, las personas ateas suelen ser menos empáticas que las creyentes. Los autores del citado trabajo identifican la creencia en Dios como paradigma de la empatía. Personalmente no estoy de acuerdo con tal cosa, si bien es cierto que creer en Dios es una de esas creencias irracionales que poco a poco va siendo desplazada por otras creencias más al gusto del hombre postmoderno, liquido y opulento.
Para mi la variable critica no es creer o no creer en Dios sino la posibilidad de creer en algo en ausencia de pruebas, es decir que el valor que adjudicamos a nuestra mentalización, entendiendo como mentalización a la capacidad de encontrar vínculos entre las cosas, encontrar sentido entre esos enlaces y construir narrativas que enlace el todo con las partes, lo visible con lo invisible, lo sabido con lo desconocido, la máquina con el pneuma, etc.
En conclusión: el lenguaje, la música y la medicina son entre otros mediadores, llamados en otro lugar psicopompos, cementos de unión entre los talentos autisticos y los talentos hipermentalistas lo que sugiere que la evolución se dirige rauda hacia una fusión de ambos talentos a partir de la reconstrucción simbólica.
Tal y como dice Eugenio Trias, el limite ha dejado de ser un muro y ya es puerta. Para saber más sobre los mediadores simbólicos os recomiendo este post.
-¿Donde esconderías un billete de 500 euros para que no le encuentre un traumatólogo?
- En un libro de medicina.
(Chiste de médicos que suelen contar los médicos)
¿La medicina es un arte o una ciencia?
Esta es una pregunta que suele hacerse a los médicos, unos son partidarios de la primera y otros de la segunda. Lo cierto es que esta concepción no es baladí porque si usted contesta que prefiere a la medicina como ciencia es muy posible que las relaciones con sus pacientes dejen mucho que desear. Es muy probable que usted sea cirujano o traumatólogo o que sus pacientes piensen que es usted poco empático, hablador o le vean como una persona malhumorada o tosca. Es verdad, existe una cierta correlación entre la deshumanización del trato que le presta su médico y el concepto que tenga de su profesión.
Pero lo cierto es que la medicina no es ni una ciencia, ni un arte, es una tecnología, en cualquier caso una ciencia aplicada. Una tecnología que no es en sí misma una ciencia, sino que se alimenta de otras ciencias básicas que posteriormente han de sufrir una traslación hasta los usos concretos y específicos de la medicina. Pero no sólo de la ciencias “duras” vive la medicina sino también de los progresos de ciertas tecnologías que propician diagnósticos más fiables e intervenciones menos cruentas. Y además de todo ello, la medicina es una forma de entender las relaciones entre humanos, más concretamente en eso que llamamos “relación de ayuda”, algo que tiene más que ver con la antropología que con la bioquímica, una ciencia “blanda” sin cuyo concurso seria imposible de entender cualquier interacción humana.
Los pacientes, -los usuarios como se les llama ahora-, quieren sobre todo un médico empático, un médico humano que les escuche y les atienda con amabilidad pero no saben que los talentos que animan a cualquier profesional de la medicina tienen mucho que ver con lo que entendemos como talentos sistematizadores y talentos empáticos.
¿Si usted tiene una enfermedad grave qué preferirá, un médico complaciente y humano o un médico tosco y distante que pueda salvarle la vida?
La mayor parte de la gente dirá que las dos cosas, ¿por qué no pueden tenerse las dos cosas, las dos habilidades?
Pues porque los médicos que tienen las dos habilidades son una minoría, se trata de ese tipo de médicos que no abundan y que conjugan el rigor de la ciencia (la evidencia científica) con las habilidades para la interacción social. ¿No es pedirle demasiado a un médico?
Tal y como contábamos antes, ser físico y poeta al mismo tiempo es -sin ser imposible- poco frecuente. Del mismo modo el rigor de la ciencia, la aplicación de las cosas contrastadas, seguras y que están respaldadas por la evidencia robotizan a los médicos y les impulsan hacia una forma de hacer que los pacientes identifican como fría.
Un fenómeno que procede de la superespecialización, es posible predecir que a mayor especialización del médico peor será su trato humano. Dicho de otra forma: es posible afirmar que el rigor y la empatía se oponen una a la otra. Y como es sabido en el mundo de hoy la mayor parte de los actos médicos se producen en entornos fríos, impersonales y tan protocolizados, que es posible que usted no conozca ni la voz de su medico.
Y debe ser por eso que las medicinas alternativas tienen tanto éxito a pesar de las campañas constantes que tratan de desprestigiarlas. Pues las personas prefieren una mentira con sentido que una verdad lejana e impersonal. Las personas inteligentes que conozco acuden a este tipo de medicinas cuando sus males no revisten gravedad y prefieren obtener placebos empaquetados en una atención personal antes que pasarse el día pululando por las salas de espera de radiólogos. Pero si necesitan operarse de menisco es muy poco probable que recurran a la acupuntura.Tenemos afortunadamente un “cliente” bastante bien informado.
Lo cierto es que aun existiendo estos dos tipos de perfiles médicos (el autista y el hiperempático), cada vez más va emergiendo un tercer perfil: el del médico que combina el rigor con la empatía. Estos son los verdaderos catalizadores del cambio, la reserva genética que provocará la fusión de ambos talentos.
Tal y como podemos leer en este post, las personas ateas suelen ser menos empáticas que las creyentes. Los autores del citado trabajo identifican la creencia en Dios como paradigma de la empatía. Personalmente no estoy de acuerdo con tal cosa, si bien es cierto que creer en Dios es una de esas creencias irracionales que poco a poco va siendo desplazada por otras creencias más al gusto del hombre postmoderno, liquido y opulento.
Para mi la variable critica no es creer o no creer en Dios sino la posibilidad de creer en algo en ausencia de pruebas, es decir que el valor que adjudicamos a nuestra mentalización, entendiendo como mentalización a la capacidad de encontrar vínculos entre las cosas, encontrar sentido entre esos enlaces y construir narrativas que enlace el todo con las partes, lo visible con lo invisible, lo sabido con lo desconocido, la máquina con el pneuma, etc.
En conclusión: el lenguaje, la música y la medicina son entre otros mediadores, llamados en otro lugar psicopompos, cementos de unión entre los talentos autisticos y los talentos hipermentalistas lo que sugiere que la evolución se dirige rauda hacia una fusión de ambos talentos a partir de la reconstrucción simbólica.
Tal y como dice Eugenio Trias, el limite ha dejado de ser un muro y ya es puerta. Para saber más sobre los mediadores simbólicos os recomiendo este post.
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