Cuando alguien hace música de la letra de un poema es porque sabe cómo apreciarlo, porque de sus comas y sus rimas se ha nutrido. Si además la poesía proviene de las voces de Rafael Alberti, Lorca, Neruda, Miguel Hernández o Carlos Edmundo de Ory, lo cantado se torna mayúsculo, universal, eterno. De ahí que rotundas suenen las melodías de FERNANDO POLAVIEJA, cantor, autor, artista.
Desde los no tan lejanos años 60, cuando las marejadas todavía llegaban tierra adentro, viene sonando su guitarra contra cualquier forma de dictadura.
Sus inicios le imprimieron un sello personal, independiente, rebelde del que nunca ha apostatado. Ya a los 17 repartía cantares por los mesones y escenarios de media España, buscándose eso que llamamos la vida. Y vistas las exigencias del “showbusines”, disonantes con sus principios, hizo de Jerez el epicentro de sus armonías, ejerciendo de marinero en tierra, a las puertas del Puerto, por supuesto de Santa María.
Esta postura le ha mantenido cerca de otros poetas andaluces (Felipe Benítez Reyes, Pepín Mateos, Jesús Fernández Palacios, José Ramón Ripoll, Bonald...), de los rasgos de la cultura andaluza, del sentir de sus gentes. Tal vez sea esa perseverancia la que le ha valido el respeto de Luis Eduardo Aute, Luis Balaguer o Amancio Prada, con los que comparte tablas, acordes y risas.
La voz acompasada de FERNANDO POLAVIEJA ahora nos acompaña en la Fundación MUSICOTERAPIA YSALUD. Su gesto nos honra y nos acerca a la calidez musical, la independencia sonora, a la sensibilidad humana.
Gracias Fernando por traernos la magia de tus seis cuerdas.
DG
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